Visceralandia

Time, wondrous time
Gave me the blues and then purple pink skies

Si aquellos nueve meses fueron una montaña rusa emocional, los nueve pasados han sido uno de esos juegos que te sacan disparado al cielo, sin la anticipación de la salida (ni la fila de tres horas para entrar).

Cuando comencé este post, querida lectora, estaba en la fase de “mareado”. El juego ya había acabado, estaba cuestionándome mi juicio de haber entrado, pero aún estaba muy golpeado del viaje como para hacer otra cosa más que sentarme y contemplar mi predilección por las malas decisiones.

Pero ahora? Con un poquito más de perspectiva y de meditación, de últimas conversaciones apilándose una sobre otra, de estar en el metafórico estacionamiento, comenzando a hacer cuentas sobre todo lo que me gasté en esta visita, con un conato de latigazo en el cuello y a la vez triste y feliz de que sea hora de ir a casa… Ahora? Lo que siento es que debo ahondar en mi insistencia de regresar, una y otra vez, a Visceralandia.

Take the words for what they are, a dwindling, mercurial high
A drug that only worked the first few hundred times

El deseo de regresar está apuntalado de varios lugares: por un lado, la tremenda soledad, esa que tiene una ineludible habilidad de manifestarse, te guste o no, aprovechando el mas mínimo resquicio en tu (cuidadosamente cultivado) mosaico de actividades, buenos pensamientos y endorfinas de noble procedencia. También se alimenta de esos malos hábitos que se disfrazan de buenos, y que como esas hermosas canciones van erosionando, poco a poco, la supuesta fortaleza emocional que has construido; que si bien sirven de catalizador para abrir la válvula de presión emocional, son como un canto de sirena mientras caminas en el borde de un precipicio que conoces bien, y que no por eso se vuelve menos riesgoso.

La verdad es que Visceralandia es un hermoso lugar. No hay nada más delicioso en la vida que sentir, y sentir duro es una droga deliciosa. El vacío en el estómago de la incertidumbre, la ilusion; el fuego que se viene cociendo de años y que, como piloto al que le abrimos repentinamente el gas, está listo para envolvernos con su gloria calurosa; la esperanza, ni inquebrantable ni inmortal, pero resurgente, como fénix, que sugiere que tal vez esta vez, esta vez, es la correcta. Es lo mismo que persigue quien se lanza de un paracaídas, se echa una línea o compra compulsivamente: es perseguir un high que experimentaste alguna vez, que nunca vas a poder experimentar igual y que siempre sera insuficiente en la memoria. Visceralandia bienviene a todos estos, supongo, pero mi acercamiento aquel de quien busca el roce la mano, el entendimiento entre miradas, el lenguaje entre los poros. Busco la chispa y el incendio que le sucede; y veo las cenizas y los cuerpos como un costo necesario, que me resquebraja siempre que lo enfrento pero que jamás me ha detenido antes de iniciar. Es un deseo puramente egoísta, disfrazado de abnegación.

I’m a crumpled up piece of paper lying here

Hacer cuentas tiene otra particularidad, y es enfrentarse con la confirmacion numerica de una reciente iluminación: vengo cargando con una piedrita muy especial llamada inseguridad. Específicamente, la inseguridad de nunca ser suficiente. Sí, suficiente para ti.

Es difícil apuntar exactamente al origen de este trauma, y más difícil todavía responder si esto significa, por sí mismo, que no estoy listo para una relación. Pero puedo ver claramente los síntomas, dibujados en ese eterno espíritu de complacer que he racionalizado como una disposición a entregarme plenamente al objeto de mi amor. Tal vez sí tenga esa disposición; pero lo innegable es que la utilizo, como un perverso traje de la piel de otro, para cubrir impulsos que no tienen un origen noble. Quiero probarme. Quiero demostrarme. Ante mi, en parte, pero sobre todo ante ti. Quiero tu aprobación.

Inevitablemente, acabo gastado, acabado, asqueado por tu inabilidad de apreciarme, de juzgar apropiadamente mis sacrificios, resentido por la asimetría de la situación. Harto. Resuelto a no repetir, a no volver a dejar que me malvaloren de esta manera. Y así llevo ya casi veinte años. Como un Sísifo que, apenas habiendo alcanzado su cima, pierde la memoria, se pregunta qué hace esa piedra allá abajo, y vuelve a comenzar.

I’m fine with my spite,
And my tears, and my beers and my candles
.

No sé a dónde quería llegar con este post. Hasta ahora parece más un vomito verbal que algo productivo. Pero me relaja. Me tranquiliza el ruido mental que de tiempo en tiempo me satura; y en honor a eso lo dejo escrito, y lo publico. Tal vez en un tiempo voltearé a ver esto y pensaré “ay no, otra vez”. Tal vez me alegre de haber salido de ahí. Pero me lo debo. Y si algo he aprendido y reforzado desde hace unos años es a ser un poquito más justo con mis necesidades.

Visceralandia no se va a ir a ningún lado. Es rico abrir el álbum de vez en cuando, y recordar las genuinamente maravillosas experiencias que compartimos ahí. Tal vez lo visitemos de nuevo, juntos. Tal vez vaya con diferente compañía; tal vez aprenda algún oscuro secreto de los lamas para disfrutarlo por mi cuenta. Pero sé que no lo puedo dejar; todos tenemos nuestras adicciones. Espero que verlo en ese contexto sea, al menos, suficiente para no perderme ahí adentro, y con un poco de suerte, evitar una visita al médico después.

Sobre todo cuando el médico te manda a casa con puro paracetamol.

Hoy te extrañé

Fue un día increíble.

A pesar de desvelarme, me desperté con relativa facilidad y logré hacer mi rutina mañanera sin ningún tropiezo. Suena a un paso muy pequeño, pero es un pasito que le da tranquilidad a mi día. He estado súper enfocado en esas pequeñas victorias, no en una manera ansiosa (al menos, intento que no sea así), sino en el ánimo de “adelante, tú puedes, un pequeño paso para este hombre.” Y me gusta empezar el día así.

Me preparé y escogí un atuendo que me hiciera ver razonablemente bien, dentro de lo limitado de mi guardarropa. Combiné apropiadamente mis zapatos, mi cinturón, mis calcetines. Escogí un saco que le fuera en color (aunque solo tengo dos, aunque me quede ya grande). Pasitos. Feel good, be good. Preparé cuidadosamente mis extras para el almuerzo, porque sé por experiencia que un sandwich y fruta no será suficiente, ni con todo el café del mundo. Porque malpasarse está mal. Porque la experiencia no sirve de nada si no aplicamos los conocimientos aprendidos.

Emprendí el camino. A diferencia del año anterior, este año lo hice en la bici. Quién me viera, en bici, de saco, con una bolsa de espinaca en la mochila para mi comida. Tanto ha cambiado, en lo que parece ser tan poco tiempo. Tanto he cambiado. Y me sienta bien. Sigo siendo yo, vuelvo a ser yo. Parece que por fin soy el que siempre había querido ser.

Tuve un día de triunfos en el trabajo. No, no grandes triunfos. No me dieron un aumento ni logré conquistar alguna cima nevada. Pero muchos, pequeños triunfos. Corregir, por fin, mi problema con el cable de red. Seguir reacostumbrándome a la “nueva normalidad.” Disfrutar el café como un gusto, no una muleta para aguantar el día. Cohesión de equipo. Lunch con ritmo, no desesperación. Salir a una hora razonable, cuidando mis tiempos respecto a otras obligaciones.

Y entremezclado entre ellos? Mi primera llamada, 100% en holandés. Hice mi pregunta en el gemeente, con nervios, con dudas, pero lo hice. Y me entendieron y les entendí. No tan pequeños logros.

Salí con un clima que amenazaba lluvia. Hubiera sido facilísimo cancelar todo el plan de la tarde y regresar directo a casa, por si acaso. Pero el miedo a cosas tran triviales como la lluvia es algo que estoy superando, poco a poco. Fuí al centro y me metí, curioseando, al estacionamiento subterráneo de bicis. Nunca había entrado. Es increíble! Gratis, amplio, autoservicio, y al final del día los dispositivos para estacionar la bici arriba de otra no son nada del otro mundo. Varios pequeños objetivos cumplidos. Ah, y si llovía? No biggie. Mi jamelgo estaría seguro ahí dentro.

Fui a mi cita. Y también, en la puerta, y en la ventanilla: 100% holandés. Y les entendí, y me entendieron. A diferencia de otras ocasiones, no me cambiaron a inglés. Me preguntaron si quería cambiar. Pero decidí presionar y seguir adelante. Y les entendí, y me entendieron. Y salí con mi trámite hecho, y mucho sentimiento bonito en el corazón. Hinchado de alegría.

Y tenía una hora para matar, y pude irme a un café a perder el tiempo. Pero en vez de eso hice el súper especial que me había eludido por estar fuera de mis rutas usuales, a pesar aún de tener que enfrentarme con la posible fila que siempre veo para entrar a esa tienda. Pero no había cola y entré y compré lo necesario, y aún con el tiempo un poco encima seguí a mi otro objetivo espontáneo, y logré más pequeños objetivos de largo plazo. Logré contener mi impulso de gastar, logré decidir “siempre no, esto no me queda bien”, y salí con justo lo que quería y a un precio razonable.

Y reafirmé que aquí el tiempo dura más y llegué a mi segunda cita con facilidad, a pesar de que intenté cancelarla por internet momentos antes, pero no se pudo. Y dije “por algo pasan las cosas” y logré también avanzar ese trámite, aunque al final me faltaron las fuerzas para terminarlo, pero con la seguridad de que puedo continuarlo otro día, acompañado tal vez, con otros ojos que me den opinión y refuercen mis decisiones, porque en gustos se rompen géneros y a lo mejor necesito una perspectiva diferente que me diga “anda, Sergio, anímate” o “no, Sergio, es demasiado grande ese salto.” O simplemente “no te queda.”

Y en vez de dejarme caer al gusto de la gula y el hambre mantuve mis objetivos, y regresé a casa y comí lo que tenía planeado ya, sin gastar más, y luego pagué (casi todas) mis cuentas de este mes y me sentí muy afortunado de poder hacerlo así, con calma, sin el estrés de matemáticas que usualmente salen, pero a veces muy al raz, y a veces amenazan apretarse literalmente el cinturón durante el mes. Y acomodé mis cosas y me senté aquí en mi escritorio, pensando que el día había pasado muy bien y que estaba muy feliz de todo.

Y luego me acordé de ti. Y te extrañé.

Paginación

La memoria es un ente impresionante. Awesome, diría en inglés. Me recuerda esta cita de Pratchett que siempre me ha gustado:

“Elves are wonderful. They provoke wonder.
Elves are marvellous. They cause marvels.
Elves are fantastic. They create fantasies.
Elves are glamorous. They project glamour.
Elves are enchanting. They weave enchantment.
Elves are terrific. They beget terror.
The thing about words is that meanings can twist just like a snake, and if you want to find snakes look for them behind words that have changed their meaning.
No one ever said elves are nice.
Elves are bad.”

 Terry Pratchett, Lords and Ladies

Por supuesto, awesome inspiraría awe. Eso, a su vez, me recuerda esta escena de Red Dragon:

“Fear is not what you owe me, Mr. Lowe. You owe me AWE”

La memoria inspira eso, “awe”. Una buena definición para estos propósitos sería “fear and reverence”. Eso me inspira la memoria. Reverencia, por supuesto, por su incomprensible complejidad. Miedo, a veces, cuando pienso en la muerte, en la efímera naturaleza de nuestras vidas y acciones. Pero hoy, hoy es esa combinación.

En particular me sorprende la habilidad que tenemos de paginar. Cualquier persona que haya estudiado memoria en computadoras sabe exactamente a lo que me refiero, pero para los que no, la explicación más sencilla* que se me ocurre es la siguiente:

Imagina que tu computadora tiene espacio (memoria) para correr 3 programas al mismo tiempo. Pero tú, usuario multitarea con variadas actividades en tu idea, necesitas 4. Qué puede hacer tu computadora? Pedirte más RAM? No, claro que no. En vez de eso, se la pasa haciendo malabares. Si necesitas programa A, B y C al mismo tiempo ahorita, entonces manda al programa D al aire. El aire, en esta analogía, es el disco duro (almacenamiento, que no es lo mismo a memoria). Si el siguiente instante necesitas a B, C y D, la computadora toma a D del aire, y manda a A a volar. Y así, malabares, todo el tiempo.

Los últimos días, y de manera completamente involuntaria, he estado recuperando páginas que estaban en el aire (léase: en almacenamiento) desde hacía años. Los catalizadores han sido variados: música vieja, el sonido de las olas, algún episodio repetido de alguna serie. Lo interesante no es eso, desde mi perspectiva. Es esa maravillosa habilidad de nuestra mente de enterrar contextos completos. Porque cuando me refiero a que he estado recuperando páginas, no me refiero a pedacitos de recuerdos. Me refiero al estado mental que tenía en aquellos momentos. Recuperar el Zeitgeist, como dijeran los alemanes.

Me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas. Las decisiones tomadas. Los planes a futuro. Le da un contexto importantísimo a mi condición actual. Todo esto lo agradezco.

Pero, atrás de todo eso… awe.

* Sí, ya sé que la paginación no trabaja sobre espacios de memoria de procesos completos. Ni la analogía ni la explicacion simplificada se benefician de este conocimiento.

The mirror

You don’t know yourself, because you never can. The Godhead is never an object of it’s own knowledge. Just as a knife doesn’t cut itself, fire doesn’t burn itself, light doesn’t illumine itself. It’s always an endless mystery to itself.

Alan Watts

De todas las validaciones posibles, la más poderosa y adictiva (para mi, al menos) es la que te dice “te acepto como eres. Así, como eres ahorita. Como eras antes, y como vas a ser después.” Eso es amor para mí.

Consecuentemente, el rechazo más poderoso es el que dice “no, gracias.” Uno sutilmente más doloroso es el que dice “veo potencial, si tan solo cambiaras X…” En diferentes momentos de mi vida, he sufrido por el primero, escapado corriendo o hecho maromas por el segundo.

Dijera el poeta, “¿pero qué necesidad?” No te basta, Sergio, con lo que tienes ya? No te falta “nada.” De qué, exactamente, te quejas? Tus decisiones te llevaron al lugar en donde estás, y si quieres cambiar algo, pues anda y cámbialo, pero no sigas rascándole de más a una costra que no deja de sangrar. Parfavar.

Los psicólogos me apuntarán directamente a Maslow, o tal vez a Kenrick. Textbook case, dirían. Y tiene sentido. Es parte de ser humano, después de todo. Este sentido de pertenencia, y no hay tribu más fundamental que la de la pareja.

That´s it boys. Pack it up.

Pero…

El último par de días he estado rumiando una idea. Nació de noche mientras escuchaba algo para quedarme dormido. Y al día siguiente leí un poco y me encontré con la frase citada al principio. “Ándale,” pense. “Por ahí va la cosa.”

Porque decir “pues es que necesitas validación” solo responde parcialmente la pregunta. OK, sí. I’m needy. Pero… porqué? Qué tiene de especial la validación? Si lo que buscas tiene un fundamento biológico, ve y come chocolate (y paga lo que debes.) Si es algo más… de qué naturaleza es? Cómo puedo pretender “trascender” a esta “debilidad” si no entiendo su naturaleza? Me atrevo a llamarla debilidad, pero, y si no lo es? Y si es algo que debo estimular? No me sirve una respuesta incompleta, pues.

Y bueno, tampoco es como si fuera a escribir una tesis al respecto (de hecho siento que este post esta muy patéticamente desmenuzado para haber tomado un par de días de fermentación.) Pero al menos, es un avance. Un intento de mejora.

Total que a la conclusión que llegué es: lo que ando buscando es un espejo.

"Ahhhh! Buscas un accesorio! No una persona con necesidades y opiniones!" No, calma. No estoy diciendo que solamente busco un espejo. Estoy diciendo que mi necesidad de validación surge de mi deseo de un espejo.

La madrastra de la bella durmiente quería un espejo que la validara: que le dijera que era ella la más bella de todo el reino. Suena padre, pero no es lo que busco. No quiero ese tipo de validación. Además de ser, en mi muy humilde opinión, una salida fácil, es aburrido. No necesito ni quiero ser el mejor, no necesito ni quiero tener siempre la razón. Lo que sí quiero, necesito, es ser visto.

Let me tell you, it’s a weird thing to feel at 54 years old, that for the first time in your life your mother sees you. It’s an odd realization that that’s the thing you’ve been missing, the only thing you wanted all along, to be seen.

Bojack Horseman, Free Churro.

Por supuesto que para Bojack esto no es un momento de felicidad, en varios aspectos. Pero resuena conmigo. Es difícil ir por la vida sintiéndose incomprendido. Es más difícil todavía sentirse injustamente incomprendido. Como si no te hubieran dado oportunidad de explicar. Tal vez por eso dedico tiempo a escribir largas elucubraciones que no tienen sentido práctico. But dammit, I just want to be seen.

Milestones

Ayer cumplí 100 días sin fumar.

Es la tercera vez que dejo de fumar. Me permito ya llamarle a esta aventura “dejarlo” porque 100 días ya es algo significativo y porque ya no siento esa ansia de fumar. A veces, muy a veces, siento antojo. Que es muy diferente. Pero luego me acuerdo de lo que conlleva ese antojo (el asqueroso sabor en la boca, el sentirme observado y juzgado, la culpa de tirar la ceniza hacia abajo, la culpa después de fumar) y se me quita, fácil.

Es la tercera vez. La verdad es que marcar las otras dos veces es un duro ejercicio de memoria, pero sé que duraron al menos unos años cada una. Tres años? Cinco años? Quién sabe. La última vez que volví a fumar, recuerdo bien, lo hice porque “me gusta fumar.” Y, en cierta medida, es cierto. Me gusta tener eso, mío. Me gusta cómo me hace sentir durante. El rush de la nicotina es rico. Me gustan los Zippo. Hasta era un bonding experience con mis hermanos (creo que en parte por eso empecé, in the very beginning).

Al escribir el título del post me puse a pensar. Milestones. Sí, mile stones. Markers. Pero también, en cierta medida, millstones. Nos pesan, estas metas, porque vivir pensando en “el camino” es durísimo. Qué pasa una vez que llegas? Buscas otra meta? Vives constantemente en búsqueda de otro reto? Qué tensión. Qué estrés.

Pude celebrar varios milestones este año. Algunos los he celebrado, en privado. Algunos otros, pocos, en público (o al menos con selecta compañía). Algunos los he minimizado, porque siento que el camino todavía no acaba. Pero otros más quiero eliminarlos, borrarlos de mi memoria, ni siquiera considerarlos como logros. Y otros más, los persigo, y en esta persecución los alejo cada vez más. Millstones.

Completamente sin relacion: acabo de darle zoom out a la página (por accidente, algo tremendamente fácil de lograr con el touchpad) y me doy cuenta que WP se ve muchísimo mejor en 50%. Un poco de esfuerzo para los ojos, tal vez, pero le da muchisima más perspectiva a lo que estás escribiendo. El zoom por default te centra demasiado en un párrafo y no te da un sentido del contexto del post. Le doy like!

En fin, solo quería escribir algo para conmemorar el momento. 100 días. Here’s to 1000.

¿Porqué es importante saber de ‘la política’?

Hace un par de años me decía un buen amigo que era importante que yo le hiciera caso a “esas cosas de la política” que, por admisión propia, no me interesaban. Lo veía como un desperdicio: tenía cosas más importantes que hacer. La escuela, el trabajo, la novia, el americano… “¿A mí que me importa? Nada más pierden el tiempo y cuando algo no les parece, paran el tráfico y molestan a la gente.”

Mis amigos me comentan que, en este respecto, he cambiado prácticamente 180 grados en muy poco tiempo. Nadie se lo explica, y a la mayoría le incomoda; dicen que me he vuelto muy “grillero”, o que siempre ando “con lo mismo”, y que este tipo de conversación cansa y debería dejarla, mejor, para “otro momento”. Independientemente de que ese ‘otro momento’ parece estar agendado para un 29 de Febrero (no “nunca”, pero ciertamente muy lejos y en periodicidad alargada), me da curiosidad la reticencia que antes observaba casi religiosamente en mí mismo. Me he puesto a pensar en las razones que tiene uno para alejarse del tema, y porqué es importante evitar este alejamiento.

Primero, la raíz del problema. Cuando hablamos de “la política”, nosotros los mexicanos tenemos usualmente un cuadro mental muy definido: si no estás “metido en el negocio” (i.e. eres ya un político profesional), entonces seguramente eres un “palero”, “grillero”, “agitador”, o “borrego”. Cada uno tiene su significado muy especial, y no ahondaré en el tema porque casi todos conocemos estas palabras. En resumen: no tienes algo mejor que hacer. Te empecinas en “hacer borlote”, o te gusta “ir a la bulla”, en vez de hacer “algo productivo” – o, como le encanta decir a la gente, “ponerte a trabajar”. Las razones de esto, creo yo, se pueden rastrear a cómo la mayoría de las personas percibimos “la política” por primera vez.

En la escuela, nos enseñan los conceptos de democracia, igualdad y participación desde muy jóvenes – al menos según dicen los programas oficiales de la SEP. Sin embargo, ¿cuánta igualdad se demuestra en los salones de clase? ¿Cuánta participación se fomenta? Yo recuerdo muy bien los abucheos y minimizaciones de los alumnos considerados como “los más mensos”, así como la glorificación de “Nuestra Señora Directora”, etc. En ese respecto, ¿con qué tipo de educación política creen que se forman los niños y niñas? Y ni hablar de nuestras casas: cuando hablamos de “la política” real, la de “los adultos”, los comentarios suelen ser derogatorios – orientados a “son una bola de corruptos”, sentimiento que no es actualmente errado – o peor aún, minimizadores: “pues sí, así son las cosas… ni modo”.

¿Y qué pasa cuando salimos al mundo? La extensión de la “cultura política” en el mundo de los adultos parece resumirse en los spots del IFE para promover el voto: desde su formación, hemos pasado del 67%, al 63%, al 59% y al 64% en las elecciones presidenciales. El abstencionismo electoral es un problema tremebundo, primordialmente fundamentado en el hecho de que las elecciones mexicanas parecen ser inútiles (un hecho, a su vez, primordialmente fundamentado porque tenemos un sistema de mayoría proporcional – algo que conviene discutir a detalle en su propio post, después). Esto puede ser comprobado fácilmente con cifras del crecimiento económico – otro tema que también, insisto, merece su propio post – pero para la vasta mayoría de la gente la evidencia numérica es redundante. En su mayoría, el ciudadano mexicano está tan jod– ahem, tan amolado – como lo ha estado siempre.

Esta inercia socioeconómica, por ponerle algún término rimbombante, codifica en nuestras mentes que eso de “la política” es una inutilidad. ¿Qué caso tiene “ir al borlote” (llámese este una marcha, elección, o incluso una discusión amistosa) si nada va a cambiar? La inercia, aparentemente, genera más inercia.

Por otro lado está la parte de corrupción de nuestros representantes. La vasta mayoría de los mexicanos aceptamos como un fact of life que los políticos son corruptos, aunque esta sea una idea nebulosa que no necesariamente está fundamentada en evidencia. Es un “feeling”. Una de esas cosas que “se saben”. Lo escalofriante es lo certero que es este sentimiento. La evidencia es vasta y diversa: los representantes plurinominales (donde el problema no es tanto el concepto, sino la implementación), el maluso de recursos públicos, el descarado cinismo (o tal vez indiferencia) de “las autoridades” ante el sufrimiento del pueblo… aunque esto, debo reconocerlo, no es ajeno de la población en general. Al ciudadano promedio de Ciudad Juárez poco le importa el “indio” tarahumara de su propio estado; mucho menos a un “Godínez” cualquiera del DF.

Después de alienar a la mitad de los lectores (o causar una explosión de pestañas con tanto link), creo que quedan claras las razones de este desentendimiento general del tema. Más al punto: ¿Porqué es importante “meterse” en el asunto?

Y que conste, no hablamos de lanzarse por un puesto de elección popular, aunque no es cosa del otro mundo. El punto es: ¿en qué nos beneficia una participación más activa en los temas del ramo político? La respuesta es sencilla: porque el valiente vive hasta que el cobarde quiere. ¿Porqué tenemos políticos tan corruptos y tan cínicos? Fácil: porque los dejamos. ¿Porqué se derrochan cantidades tan obscenas de dinero en banalidades, una y otra vez? Porque han aprendido que poco se les cuestiona. ¿Cómo logran pasar leyes y reformas tan terribles (escoge aquí tu ejemplo)? Porque nadie protesta, porque los seguimos votando (o dejamos que los voten) en sus puestos. En resumen: porque no participamos.

Dice Fernando Savater (via Denise Dresser) que “El ciudadano favorito de las autoridades es el idiota” y habla con una boca llena de razón, como dijera mi madre. Así nos quieren: idiotas. Desinformados. Apáticos. ¿Ya estuvo bueno, no?

Hay muchas maneras de participar: ir a marchas, sí, pero también fomentar la discusión de estos temas en los hogares y con los amigos, el tomar el voto como una responsabilidad cívica, y no como una molestia o algo que “a mí no me toca”. Recordar que no son “las autoridades” aquellos que se encumbran en su “poder”, son servidores públicos, representantes de la voluntad popular. Estudiar bien estas palabras: servidor no es derogatorio, y la voluntad popular no significa que todo tenga que ser un referéndum. Recordar lo que (supuestamente) enseñan desde la primaria: que todas estas cosas son nuestro derecho, y más aún, nuestra obligación como ciudadanos.

Sí, dije obligación. No porque no seamos habitantes de la Sierra quiere decir que el destino de los que sí lo son nos es ajeno. Todo nos afecta: así funciona nuestra economía, y nuestra sociedad. Si mi hijo o hija atienda una escuela particular no me exime de las particularidades de la reforma educativa. Si yo ando en bicicleta, no significa que no me afectan los resultados de la reforma energética. Y sí, hay mejores expertos que yo en el tema; pero eso no quiere decir que no pueda aprender más, entender mejor el tema, y opinar acordemente. La postura de “I got mine” (algo así como “yo ya tengo mi trabajo/casa/familia/salario, ¿a mí que me importa?) únicamente lleva a que, eventualmente, dejes de tenerlo.

De otra manera, estamos condenados a más de lo mismo.

Memorias de la facultad: Examen de admisión

Con el motivo de mi próxima titulación, “Memorias de la facultad” es una serie donde recuerdo mis días en la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

Mi examen de admisión a la UNAM fue el domingo 2 de marzo de 2003, a las 8 AM. Vaya que si recuerdo bien la fecha y hora.

En México, para los que no se lo sepan, la UNAM es la mayor (y, en mi humilde opinión, la mejor) universidad del país. Por número de alumnos, es aproximadamente un 50% más grande que la segunda mayor universidad del país, el Instituto Politécnico Nacional. Por extensión territorial, es inmensa: conjuntando todas sus instalaciones excede las 700 hectáreas (es decir, el doble del tamaño de Londres, o más del triple que Mónaco) y su campus principal (300 hectáreas) es Patrimonio de la Humanidad.

Más aún: en México, entrar en la UNAM es algo especial. Cada año se ofrecen alrededor de 15,000 espacios para nuevos alumnos; y cada año, más de 150,000 alumnos buscan un lugar. Que por estadística tengas una probabilidad de 1/10 de entrar es suficientemente malo, pero la realidad es que no para todos es igual. En la última convocatoria de la Facultad de Ingeniería, para la carrera de Ingeniería en Computación aplicaron 960 personas (de las cuales “solo” 876 presentaron examen): 42 fueron seleccionados. 4.7% de probabilidad estadística. Uff…

Yo creo que en mi año eramos más estúpidos, porque cada año el ingreso depende de tu calificación, y de la calificación del top 40 (o cuanto lugares sean ofertados). Si tu calificación está entre esas mejores X, tienes lugar. Para desempates: promedio de prepa y otras particularidades de tus trámites. El punto es que el año pasado, el corte estuvo alrededor de 92 aciertos (de 120, si las cosas siguen igual); yo entré con 86. En fin, así es la vida. Niños estúpidos de hoy, no odien a uno de su clase por tener suerte de nacer 10 años antes que ustedes.

Pero… cómo llegamos a ese punto? Ah, la historia es corta pero divertida. La noche anterior, salí con mis hermanos. Hubo alcohol, desvelada, cigarros… y acabé llegando a mi casa a las 4 AM. Evidentemente cansado, y con el compromiso de ver a mis amigos a las 7 AM para irnos al examen, tuve la brillante idea de dormir una hora. Les digo que eramos más estúpidos en mi época. Total que puse la alarma, me dormí… y mi alarma pasó sin pena ni gloria, porque no escuché absolutamente nada. Siendo domingo, y mis papás teniendo el sueño muy pesado (como yo), supusieron que se me olvidó apagar la alarma para el fin de semana, y la silenciaron por mí. Obviamente, yo estaba en un sueño tan profundo que ni cuenta me dí. Y cuando desperté, ni el dinosaurio ni mi consciencia estaban ahí. Me tomó un par de segundos recordar – domingo, examen… sol, ya da el sol en la ventana! Putamadre, qué hora es??

7.45

Horror. Ensoñaciones de padres decepcionados, compañeros burlones y el eterno arrepentimiento de tomarme ese último tequila. Desperté a mi papá como loco – “Pá, pá, levántate ya, LEVÁNTATE QUE SE ME HIZO TARDE! YA NO LLEGO A MI EXAMEN!!” y, en una de las mejores actuaciones al volante que he visto en mi vida, llegamos del centro de la ciudad a Constituyentes en 15 mins. Estos fueron los sustos que le agudizaron la diabetes a mi mamá, estoy convencido. Y apenas llegamos… 8.05 AM. El de la puerta me vió medio feo (iba yo en un estado híbrido-etílico que solo puedo denominar como crupedo; ojeroso, sin bañarme y con el cabello hecho moronas), pero finalmente traía mi hojita y mi identificación, y me dejaron pasar. De reojo ví los restos de la mañana: los cordoncitos esos que utilizan en el cine y en el banco para hacer una fila, la banqueta tapizada de papelitos, virutas y vendedores cuyo stock no se acabó, pero que hicieron una buena venta. Caray, igual que cuando fuí a registrarme para el examen… ahí vendían los lápices a 10 pesos! Jajaj… a…. umm….

Fuck. No traigo lápiz.

Llegué a mi salón asignado y (muy afortunadamente) me encontré a un amigo de mi prepa. Al llegar repetí el proceso de la mirada del vigilante de la puerta multiplicado por 40: los presentes aspirantes y la encargada de brindarnos las instrucciones para resolver el examen. Ignorando completamente las mismas instrucciones que escuche 40 veces en los cursitos que nos dieron en la prepa para preparnos (“…recuerden llenar completamente el círculo correspondiente a su selección. En la primera página encontrarán ejemplos de formas correctas e incorrectas de llenarlos…”) volteé con mi amigo (“tienes un lápiz que me prestes?”) y después de ver su cara de desaprobación por mi crupedez, me prestó su lápiz de “entrenamiento”, ese al que le quedaba media vida y que no tenía mucha punta. Pero bueno, limosnero con garrote no soy.

Súper. Tengo lápiz, estoy aquí, ya no me pueden sacar. A darle átomos!

Cuando volví a levantar la cara había terminado mi primera sección, y *todos* los aspirantes seguían ahí. Volteé a ver el reloj y faltaba algo así como hora y media para que terminara nuestro tiempo. Pensé “no, esto no es normal” y le dí una revisada al examen. No, todo perfecto: la mitocondria sí sintetiza ATP y Gabriel García Márquez sí es un representante del realismo mágico. Sigo sin saber que onda con los iones hidróxidos pero eso no va a cambiar en la siguiente hora y media. Zaz, ya es hora y cuarto. Volteo a mi alrededor (muy consciente de que en esto o se es súper sutil o súper obvio, porque algo intermedio solo va a lograr que te saquen) y todos están enfrascados en su examen. Chale. Pues lo que vaya a pasar va a pasar. Entrego mi examen y me salí.

Allá afuera, en el medio tiempo, fumé unos cigarros y esperé a mis amigos. Escuchaba conversaciones típicas (“ATP? No seas mensa, las mitocondrias son las que segregan clorifila!”), con mayor o menor desesperación en la voz (“no mames. Ya es mi tercer examen de estos y se ponen más cabrones cada vez”). Finalmente salió uno de mis amigos comentando que estuvo bien fácil. Yo me quedé pensando en aquello de las mitocondrias (“será que la biología cambió durante la peda de anoche?”) y que, a los únicos que ví salir alrededor del tiempo que yo salí, fue a tres o cuatro chavitos que se fueron bien nerviosos, con todo y mochila, lejos de ese lugar. A lo mejor vieron el examen y les dió miedo la dificultad, a lo mejor eran contratados para ir, anotar las preguntas, y salir volando. Como fuera, los “confiados” (esos que salen antes que todos, pero no *tan* antes) salieron como a 30 mins de acabar el tiempo, y la VASTA mayoría salió en manada 5 mins después de acabarse el reloj. La obligatoria intervención de “porqué no llegaste a las 7”, “apestas a alcohol – toma este chicle” y “no mamen, ese wy llegó pidiendo un lápiz” hizo que se pasara rápido el tiempo, y como si nada ya teníamos que entrar a terminar el examen.

La segunda parte fue mate, historia, y otras menudencias. Igual salí con mucho tiempo de sobra, y francamente para cuando acabé ya ni revisé. Aquí me empezó a pegar el sueño, la briaguez y la absoluta falta de revisión de temas en la última semana, y comenzé a llenar bolitas como a dos pasos del “ave maría”. Respuesta que se viera bien, respuesta que recibía una bolita llena. No me importaba mucho recordar mis clases, o las notas de estudio, porque francamente lo que quería hacer más que otra cosa en el mundo era vomitar y dormir.

Para cuando salieron mis amigos llevaba yo como 6 cigarros en el día, hubiera dado mi brazo izquierdo por unos lentes oscuros, y a mis amigos se les ocurrió la brillante idea de irse caminando al metro (y claro, como nadie de nosotros conocía la ciudad en aquellos días mozos, acabamos caminando hasta el metro Chilpancingo). Llegué a mi casa hecho una piltrafa, identifiqué mi cama, y me dispuse a dormir. Y dormir…

Las siguientes semanas trajeron terribles sentimientos de culpa, pues todos mis amigos tenían asombrosas habilidades que yo no, como por ejemplo recordar qué demonios contestaron en el examen. Para cuando llegaron los resultados a mí ya me valía pepino: estaba convencido de que no me había quedado, no había forma de que un briago contestara suficientes reactivos para quedarse en geológica (50 aciertos necesarios), mucho menos para computación. El día que iban a salir los resultados, me despertó un amigo (el mismo del lápiz) preguntándome que si me había quedado; en aquella época no teníamos twitter. Le dije que no (“ehh? quién habla? Aquí no vive Sergio, puto, déjame dormir!”) y me comentó que podía ir a comprar la gaceta al puesto de periódicos, porque la página de internet tenía algo raro y no se podía entrar. Ya despierto, pues qué más iba a hacer.

Folio 1234… a ver aquí están los 1000…. 1200… 1234…

1234 A

Ah, no mamar. “A” de “A huevo que te quedaste, chavo, pásale pa’cá!” “A” de “A que no te la crees, pinche borracho.” “A” de “Aceptado”.

“A” de “Aceptado”.

En otras casas, esta historia estaría seguida de unos tamales, o la familia saliendo a celebrar, o no sé, un puerco sacrificado ceremonialmente. Definitivamente algo que tuviera que ver con comida, porque en México celebramos toda ocasión especial con una comida que nos acercará un poquitín más a la muerte temprana (por la comida o por los alcoholes). En mi casa, bendito sea Buda, el anuncio recibió un “pues felicidades!” y todos seguimos en nuestras actividades normales. Yo me sentí… aliviado, más que nada. Podía continuar mi caminito.

La SOPA y otros condimentos

Pues formalmente acabo mi protesta, después de 100 (?) horas de blackout. Bueno, digamos que lo quise dejar unos días… y ya perdí la cuenta 😀

Si a alguien le interesa aún leer *porqué* hubo un blackout en sergiob, con todo gusto dejo el link.

Pero la SOPA no fue lo peor que me pudo pasar esta semana. Nop, lo peor que me pudo pasar esta semana fue una taza de café… mejor dicho un termo… que acabó bañando mi lap. Sí, mi nueva lap. Esta secándose en estos momentos allá en la oficina; veremos mañana si todavía funciona. Y si no, como dice Homero… vuelve a crecer, no? O la volvemos a comprar :3

En fin… en otros temas estoy preocupado porque me la vivo cansado y no sé porqué. En serio, en las mañanas voy manejando a la chamba y tengo un sueño… después de 6, 7, 8 horas de sueño! Esto no me pasaba en la facultad. Igual no me estoy tomando mis vitaminas… ah, pero que tal en la noche, eh! Bloggeando y toda la cosa.

Otra vez dejé un poco abandonado estos lares del blog. A ver si a partir de mañana cambio las condiciones. Conocí un nuevo blog que me llamó mucho la atención, curiosamente de un link en twitter. Ahí lo pueden ver ustedes en el blogroll (un poco más abajo a la derecha, si estan leyendo este post como el primero).

Saludines… ya no tomen café si no saben aguantar los efectos… XD

“Late” night crusin’

What I want, you've got
But it might be hard to handle
Like the flame that burns the candle
The candle feeds the flame yeah yeah
What I got -- full stock of thoughts and dreams that scatter
And you pull them all together
And how I can't explain oh yeah
Well well you (ooh ooh ooh ooh) you make my dreams come true (you you) you
(you you)

Ok, no es un “code”…

He aquí unas verdades fundamentales de la vida:

– Conforme avanzas en edad (y rutina, y responsabilidad), te cuesta más trabajo desvelarte.
– Conforme avanzas en edad (y rutina, y responsabilidad), más te gusta desvelarte.
– Desvelarte es la ÚNICA (acentuado para no tener problemas de copyright con la FI) manera de programar algo que valga la pena.

Ergo… conforme avanzas (bla bla bla), más te gusta programar (WTF, old dude?). O al menos buscar la solución a los problemas computosos. Estúpido moodle, pero a la vez bello moodle.

Por cierto, me gustaría saber cuáles son las mejores canciones para programar. Tengo propuestas:

– Orbital: Halcyon (and on and on). Está en mi iPod como “Mortal Kombat Symphony” porque el soundtrack me lo bajé de interné y no tenía el nombre de las canciones. Y se callan, MK es la neta… Tiene dos grandes cosas a su favor, esta rola: no tiene letra (salvo algunos cánticos medio ballenescos) y es laaaarga. Muy buena por si tienes chance de poner una y ya.
– The Dandy Warhols: Bohemian like you. “oooh-ooh oooooooh!” Por cierto, WTF significa “I’m feeling bohemian like you”? Obviamente los grititos son buenos para celebrar una línea particularmente inteligente, o haberle entendido a la documentación finalmente (quién diablos se imagina que String.Format toma CUALQUIER OTRA COSA SALVO UN STRING COMO PARÁMETRO en ciertos casos? O sea, digo, no mamen…)
– Héroes del Silencio: Apuesta por el Rock ‘n Roll. “Y no sé si nací para correr… pero quizás sí que nací para” compilar? Geeky as fuck. Y también porque no hay lista de mejores canciones sin Bunbury. Eso me recuerda: el dolor en la planta del pie es 1) pie plano, 2) plantar fasciitis (como se diga en español), 3) gordura extrema, o 4) psicosomático?
– Smash Mouth: Walkin’ on the sun. Igual es porque así van saliendo en el iPod, entre 7 millones de canciones inútiles (por cierto, qué será mejor? Limpiar tu música de todo lo que no te GUSTA TREMENDAMENTE, tener un segundo dispositivo para esas canciones que son doubleplusgood, o resignarte a la diversidad?) De cualquier forma, si puedes cantar la canción y seguir programando sin poner “INSERT INTO fashion will be smashing WHERE the true meaning” ya la hiciste… igual es para rondas dobles de programación.
– Edward Maya, Vika Jigulina (really? Jigulina??): Stereo Love. Y en la misma idea:
– Röyksopp: Follow my ruin. Esta la conocí en el taller de Yopas. Me cae que no me gusta la electrónica (o dance, o house, o techno, o como les digan hoy en día – y casi puedo apostar que estas dos no son del mismo género. Fuckers), pero de repente como que sí. Igual es porque parecen un loop de lo mismo y entonces no te distrae tanto. Pero si un loop musical te traba en un loop mental??? Qué entonces, carajo?! Igual ya es la hora.

Se aceptan sugerencias…

P.D. Sí, el último post estuvo muy raro. Juro que no nació de un motazo…